Caminar por cada cuadra que forma parte del Malecón Grau, en la ciudad de Chimbote, me significa inevitablemente volver a circular por un pasado lleno de bellos recuerdos. El Malecón atesora en cada una de sus casas, veredas, bancas y piedras a un testigo privilegiado de tantas historias de amor, "mataperradas" de niños, aventuras de adolescentes, frenéticos partidos de fulbito y noches de bohemia juvenil. Desde el hotel de turistas hasta el Varadero.
El Malecón que conocí tenía algunas palmeras -frente al hotel de turistas - y arena. Desde la bahia, sobre el mar, danzando en el aire, se podía ver el vuelo de los pelícanos, gaviotas, pardelas y patillos; era impresiónante apreciar en el piélago a los bufeos y "chanchos" marinos.
Tenía ocho años cuando llegué a "chimbotito", un año después del devastador terremoto del 70 que desapareció el pueblo de Jauja. Aquel penetrante olor que despedían las fábricas de harina de pescado fue lo que dio la bienvenida a mi familia, luego fue la fuerte brisa marina la que golpeó mis pulmones. Nuestra casa estaba a unos metros del mar que se convertiría en mi vida. Por años, fui testigo en el muelle chimbotano de la salida y llegada de tantas bolicheras. Desde mi ventana vi hermosos amaneceres y arder el cielo en el ocaso. Infinidad de veces, montado en una "chalana", junto a los amigos de infancia navegamos frente a las islas guaneras, mientras nuestra mente infantil volaba en la imaginación con el corazón acelerado creyéndonos piratas.
Antes de abordar el extenso rompeolas de la bahía chimbotana está el Jr. Huanchaquito, frente al Varadero -entre los amigos solíamos comentar que allí vivía la gente brava. Iniciando la primera cuadra del Malecón está el Jr. Guillermo Moore, un lugar que conocíamos por estar habitado por "gente de mar". Al terminar la primera cuadra del Malecón comienza el Jr. Sáenz Peña, conocido por celebrar, año tras año, de manera espectacular la fiesta de la "Cruz de Motupe".
Entre el Jr. Sáenz Peña y el Jr. Carlos de los Heros existía "la ramadita", acá llegaban todas las pequeñas embarcaciones artesanales para descargar la pesca del día. Cada mañana era una pequeña feria, una improvisada mini terminal pesquera, donde se podía encontrar una gran variedad de peces. Completaban este mágico mundo las vendedoras de cebiche, las vendedoras de "champus" (desayuno hecho a base de maíz servido en grandes tazas), las vendedoras de "cachanga" y el clásico panadero ofreciendo el pan francés o el "Peter pan" (pan de yema).
Finalizando la segunda cuadra del malecón empieza la primera cuadra del Jr. Carlos de los Heros, allí todos los años llegaba un misterioso señor a proyectar en un gran muro amarillento las mismas películas antiguas en blanco y negro. A la cuadra siguiente, en el Jr. Enrique Palacios, estaba el colegio de primaria "Sagrado Corazón de Jesús" donde cursé parte de mis estudios.
Luego, el Jr. Villavicencio, ésta calle era nuestra "canchita" de fulbito, dos piedras por arcos y unos partidos que eran a morir. Siempre caminando por el malecón llegamos a lo que era la "canchita de repuesto", cuando los mayores nos ganaban la pista de la cuadra anterior, el Jr. Elías Aguirre.
En la cuadra siguiente, el Jr. Manuel Ruiz, estaba la casa de madera color verde de un gran amigo de la secundaria. Finalmente, en el Jr. José Gálvez, frente a la Plaza Miguel Grau (en mis tiempos Plaza Chimú), se hallaba la discoteca “El Pelicano” que pertenecía al Hotel de Turistas, convertido por los amigos del colegio en el punto de encuentro de cada viernes o sábado.
El Malecón Grau de hoy es un bello mirador turístico por donde orgullosamente pasean jóvenes enamorados, familias o simplemente amigos que buscan deleitar la vista en lo que alguna vez fue considerado como el primer puerto pesquero del mundo. Cuadras frente al mar que por siempre conservarán celosamente mis mejores años.